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martes, 19 de octubre de 2010

Ismael Molina

PolíticaCultural  del Estado

La mejor política de cultura podría ser aquella que consistiese en desterrar la política como militante y excluyente en el campo de la cultura. Así concibo la función del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, como una actividad desinteresada en punto a la política inmediata y circunstancial de partidos y grupos de presión social. En la vida espiritual de un país no puede haber cultura regimentada, cultura formal del Estado, cultura elitesca, cultura sectaria, cultura dogmática o cultura cerrada, si queremos realmente promover el ascenso cultural y subir de rango intelectual entre las naciones. La etiqueta ideológica es una atadura para la cultura. La discriminación política en las artes y las letras es un atentado contra la cultura.

Concibo la política de cultura como una decisión irrevocable de promover la cultura en el país, estimular al creador, auspiciar y encauzar los esfuerzos de jóvenes y adultos, en la música, las artes plásticas, el teatro, la danza, el folklore, el cine, la literatura, sin exigirles sometimiento alguno, sin reparar en tendencias y escuelas, sin preferencias generacionales.

Para mí, la cultura es un estado de ánimo colectivo, es una actividad de liberación. Nos libera de factores exógenos que desnaturalizan el alma nacional. Nos libera de la dependencia espiritual. Nos libera de la aldea y la capilla. Nos liberta de la vulgaridad y la chabacanería. Nos libera de la sumisión intelectual. Nos libera del mal gusto y de la ramplonería. Nos libera, en fin, de la muralla del subdesarrollo espiritual, que es el peor signo del atraso. Mal puede hablarse de ejercicio cabal de la democracia, desarrollo económico, promoción social, cambio de estructuras, si no se atiende la cultura del país. El Ministerio del Poder Popular para la Cultura ha sido hasta ahora una maraña burocrática y una confusión de servicios, en cuyos hilos nos perdemos con una sensación de impotencia y frustración.
Después de tantos ensayos y programas de cultura, hay que encontrar vías y fórmulas para actuar, es decir, ideas claras y firmes sobre la misión del Ministerio de la Cultura en su sentido verdadero: elevar la condición del hombre, sacarlo de su postración espiritual, rescatarlo de la barbarie para una empresa de liberación total. En un ambiente caracterizado por la cruel paradoja de la riqueza del Estado, la opulencia social y la miseria del pueblo; la cultura debe jugar un papel nivelador y tener un fin ulterior de progreso autentico.

La posibilidad de que el sistema democrático llegue a ser efectivo para todos y socialmente justo, estriba en la garantía cierta de la cultura en beneficio colectivo. Garantía de disfrute y de ejercicio de la cultura. Garantía de acceso a los medios de cultura. Garantía de libertad para la creación. Garantía de protección intelectual y artística. De lo contrario, el régimen democrático sería un juego formal, apenas una ilusión. En esta época de avance inquietante de un burdo pragmatismo, en medio de la crisis de transformación que vive Venezuela, entre marchas y contramarchas para el hombre solidario con la cultura, bueno sería definir y realizar un vasto programa en las artes y en las letras.

Es importante recordar que la cultura es la vertiente ideal del progreso institucional. La cultura tiene un valor intrínseco como instrumento de renovación, como arma de conquistas audaces, como baluarte de defensa y como fuerza sutil del espíritu en el tiempo y en el espacio. Pero poco podrá lograrse con servicios y planes a espaldas de la calle y al margen de las palpitaciones colectivas. La cultura es un hecho social y es una manifestación del proceso histórico de afirmación soberana y de logros continuos en el camino de la plena liberación.

La función crea el órgano, la necesidad crea la función y el problema crea a la necesidad. El Ministerio del Poder Popular para la Cultura puede ser el órgano adecuado con funciones precisas para satisfacer nuestras apremiantes necesidades culturales. Pero, hay que despojar de burocracia al órgano de la cultura nacional, dotarlo de servicios idóneos para que la labor sea más fecunda y otorgarle recursos económicos para que su gestión llegue de verdad a la nación y al pueblo, en todos sus estratos y regiones, en todas las manifestaciones cabales del espíritu. En este sentido, la cultura es una tarea de integración y de coordinación.

En Venezuela derrochamos millones en esfuerzos dispersos y anárquicos; y, a veces, no sabemos valorar la colaboración del sector privado. En este sentido, el Ministerio del Poder Popular para la Cultura puede ser una experiencia útil y valiosa en el afán de integrar programas y de coordinar esfuerzos, en Caracas y en la provincia, en favor de un balance apreciable de las realizaciones culturales. Pero hay que demostrar que el órgano oficial de la cultura fue creado por el legislador para aumentar y promover las artes y las letras. Hay que probar que este ministerio cumple una función provechosa y patriótica para lograr la cooperaci6n del intelectual, del escritor, del artista, del creador, en todos los grupos, promociones y tendencias.

En nuestro tiempo el ejercicio de la cultura para el hombre se ha hecho un esfuerzo embarazoso, en medio de limitaciones y acosos, sobre todo para el joven creador. El ente cultural debe tenderles la mano a los escritores y artistas de las nuevas promociones, ofreciéndoles medios materiales y recursos apropiados, sin tratar de alinearlos o comprometerlos; además, debe buscar y proteger al talento dondequiera que se halle, sin avasallamientos ni sometimientos, para que el creador trabaje y produzca por el engrandecimiento del país. He allí un propósito firme del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, el cual debe llevar la cultura a través de la plástica, la música, el teatro, la danza, la artesanía, el cine, la radio y la televisi6n, el folklore, los libros, por los caminos de Venezuela; y proyectar la imagen de nuestra cultura en el exterior en un serio y responsable afán de divulgación.

Resumiendo, la cultura es un hecho universal y es un valor eterno, un valor que no conoce fronteras y localismos. El Ministerio del Poder Popular para la Cultura podría ser un instrumento en la universalizaci6n de nuestra cultura. La cultura es lo humano. Crisis de la cultura hay cuando el hombre se queda sin un mundo en que vivir, cuando no tiene cómo realizar definitivamente su vida. Al abrigo de la autocrítica permanente, como método de trabajo sincero, el ente cultural debe entender que sólo a través de sus servicios es posible promover y desarrollar las artes y las letras en nuestro país. Y esa debería ser la su política de acción, esperando la crítica y la observación oportuna de cuantos en Venezuela y fuera de ella son sensibles a los problemas de las artes y las letras. De esos mensajes de confrontación y de diálogo dependerá en alto grado la obra ulterior del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, ente rector de la política cultural del Estado.

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